Así luce mi altar para recibir, dar gracias y recordar a los queridos amigos que se nos adelantaron el año pasado y a los cuales no pudimos despedir: a Jesús Martín y a Elvira Maldonado, a José Hernández Claire, al capitán Chendo Plascencia y a Rogelio Marcial.
Ayer me imaginaba qué resultaría de esta reunión de almas maravillosas. Brindé por ellos y cené con ellos.
No todo es fiesta el día de Muertos. Frente al Semefo (Servicio Médico Forense) de Jalisco los familiares de sus desaparecidos montaron un altar de muertos, no como ofrenda, ni como escenario de selfies, sino para visibilizar la voluntad de invisibilizar cuerpos y exigir su búsqueda. Cuerpos de cientos de personas, en su mayoría jóvenes, que han desaparecido sin dejar rastro. Algunos quizás estén vivos, pocos tienen la suerte de ser encontrados, vivos o muertos. La mayoría ha dejado su tumba vacía y las almas de sus familiares rotas, pero no vencidas. Pues como escribieron en un cartel: “una persona desaparecida dolerá hasta el último día de la última persona que alguna vez la amó”.
La tradición de altares de muertos cobra una vigencia inusitada en tiempos de necropolítica por ofrecer una materialidad que expresa el recuerdo contra lo que se quiere borrar y ofrece vínculos emocionales con los seres queridos ausentes.
Lo vi en la barra de un restaurant o más bien un food truck de mariscos en Ajijic. Lo percibí como altar a la abundancia y lo quise capturar en foto. El mesero se intrigó por mi interés. De ahí surgió la pregunta:
—¿Es un altar?
Sí.
—¿Tú lo montaste?
Se fue haciendo con los objetos que fueron regalando los clientes. Primero regalaron a Buda. Luego otro trajo los caracoles. Yo fui a Cholula y traje la pirámide… y así se ha ido armando. Y luego los comensales le van dejando veladoras y moneditas.
—¿Y el vaso de vodka es porque le gusta a Buda?
No, jaja, ese es mío.
—A mí me encantan los altares y siempre los fotografío.
¡Uy! A mí me gustan mucho los altares, en casa tengo uno al solecito y a la luna, estoy en un círculo de danza y además organizo tomas sagradas de peyote con un Marakame ¿quieres venir? Hoy llega de San Miguel y se queda 15 días en mi casa. Te invito…
¿Por qué tanto disgusto con quienes rezan a la Santa Muerte y no con quienes rezan al Ánima Sola que esta en varias catedrales incluidas la de Cd México y Guadalajara?
Sabías que: según una leyenda apócrifa, en el siglo I vivía en Jerusalén una joven judía llamada Celestina Abdégano, que pertenecía a las mujeres piadosas que tenían por oficio asistir a los condenados.
En la tarde del Viernes Santo ―el día en que murió Jesucristo―, le tocó a Celestina subir a la colina Calvario con un cántaro de agua para darles de beber a los que agonizaban en las cruces. Les dio de beber a Dimas y Gestas (los dos ladrones que estaban a ambos lados de Cristo), pero por temor a los romanos no le dio de beber a Jesús.
Fue condenada a sufrir la sed y el calor constante de las llamas del Purgatorio hasta el fin del mundo, momento en que será liberada y enviada al Paraíso.
El Ánima Sola no es una santa consagrada por la iglesia, pero muchos católicos ―sin alterar en nada su fe católica― le rezan para obtener su intercesión con el fin de obtener pedidos del dios Yahwé.
El santuario a la Niña Blanca en Pátzcuaro, Michoacán. El esplendor del kitsch estético —¿neobarroco?— que hace de la asimilación una inclusión ampliada: todo cabe en una misma devoción: la santa vestida de indígena, su inscripción en la celebración de día de muertos, San Pascual Bailón, el Ángel Encarnado, Yemayá, hasta la creación de la Capilla Sixtina.
Desde la primera vez que visité el panteón de Ajijic he deseado que para cuando me muera me entierren aquí. No porque le tenga gran afecto, ni porque nací ahí (como dice la letra de México lindo y querido) sino porque aquí los vivos le muestran gran afecto a los muertos: los visitan, les adornan sus tumbas, les llevan regalos y serenatas y como me explicó la madre de un joven, hasta se sientan ahí cada semana para conversar. Mary, quien vive en Chapala, me dio la sabia respuesta: “es que ahí sí han sabido mantener la tradición”. Con las fotos entenderán a qué me refiero…
Esta versión Lupe – pantera me encanta. llevaba años viéndola por la carretera a Chapala, por Las Pintas, y ayer por fin pude detenerme en la carretera y capturarla en una foto. Es una excelente pieza de estetización banda o grafiti. Quizá Rogelio Marcial me pueda descifrar el estilo específico por la caligrafía que la acompaña…
Es impresionante el blanquiamiento que los providas hacen de la morenita para apropiarse de un icono nacional a favor de la penalización del aborto. Y además le pusieron pupilentes para hacerle los ojos azules. Es una intervención estilística muy elitista y colonial. Eso también debería interpretarse como ‘blasfemia’ (como suele decir Juan Sandoval) pues Guadalupe apareció como una Virgen Morena, madre de indígenas mexicanos y es inmoral europizarla.