Es cierto que la violencia diaria que ejecuta, tritura, y desaparece cuerpos es como la mugre que los representantes del Estado –a todos los niveles– se esmeran en esconder. También es cierto que la visibilización de los reclamos de los cuerpos, vivos o muertos, es hoy en día una exigencia de colectivos de familiares, pero también es una expresión cada vez más encarnada por los artistas y sus obras.
Ayer pasaba por el centro de Guadalajara donde el monumento a Fray Antonio Alcalde, recién colocado en la Rotonda de los Jaliscienses ilustres, cobra vida como antimonumento reclamando vidas y justicia “No son tres, somos todxs”, “Jalisco 6509 desaparecidos”, “Vivos los llevaron, vivos los queremos”, “García Barragán Asesino”.
A pocos pasos vi el antimonumento a los feminicidios que se acuerpa en el abrazo que dejaron las marchantes del 8M para sabernos acompañadas y cuidadas.