Fui a Tonalá a comprar macetas y justo enfrente vi este mural. Pronto detecté, por la calaca, el listón negro y la fecha de nacimiento y deceso que se trataba de un mural funerario. Últimamente he registrado muchos en los barrios populares y cuando los veo sé que detrás de esa pinta hay una historia que contar.
Me atravesé a tomar la foto, porque había contraluz. Al regresar, le comenté a la vendedora:
— ¿Por qué está esta pinta aquí?
Un joven que trabaja aquí lo hizo para recordar a su amigo que murió. El chico era del Atlas y por eso pintó su escudo.
–¿Trabajaba aquí?
No, sólo era su amigo
– ¿Aquí murió?
¡No! lo mataron en su casa. Ahí lo fueron a buscar.
— ¿Y por qué lo mataron?
Sólo él sabe… (e hizo un gesto que decía más que sus palabras). Ahora lo único que queda de él es esta pinta para recordarlo.
–Híjole, qué triste, tenía 29 años, la edad de mi hija.
Si un mes antes de morir había cumplido años.
Después de un silencio, un señor, que escuchaba mientras enchapopoteaba las macetas, decidió agregar:
Lo mataron en su casa. Entraron armados y el chico se abrazó de su madre y pedía auxilio. Ellos dispararon y hasta a su madre la hirieron y ahí lo remataron. Ya no perdonan…
— Ay qué barbaridad, antes los mataban nomás a ellos, pero respetaban a las mamás y a los niños..
Si es cierto ahora no se detienen ante nada. Si viera aquí en Tonalá hay de estas pintas por todas partes.
— ¿Y solo las ponen a los muertos o también a los desaparecidos?
Solo a los muertos. Hay muchas desaparecidas… pero no, a ellas no se les pintan murales.