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Pasaba por ahí

Jordania, 2022

12 de mayo. Esta nota va dedicada a José Carlos Aguiar, pues los pasos por Jordania nos conectaron con Adriano en la antigua Roma en Gerasa (Jerash) donde se edificó en la segunda mitad del siglo I otra de las grandes y bellísimas obras arquitectónicas del emperador Adriano (similar a los Jardines de Adriano en Tripoli). Él estuvo solamente un año, pero dejó un serie de templos a Zeus y Artemisa, paro también a Dionisio-Baco, las ninfas, y Venus. Le llaman la Pompeya de Oriente, incluye teatros, amplias plazas, dos calzadas baños y templos. Es una de las diez ciudades romanas más magníficas y sin duda la mejor conservada. Adriano promovió una visión holística donde el poder militar, la filosofía, el arte, la religión y la estética y los placeres se fundían en la arquitectura que era el estuche de la vida misma.

En sus calzadas aún quedan visibles las huellas de las llantas de las carrozas, pero sobre todo el entrecruce de las culturas de oriente y occidente.


13 de mayo. Hoy toca otra ruta donde historia, turismo y experiencia religiosa se entrecruzan: la Tierra Santa. Los pasajes bíblicos de Éxodo del pueblo judío conformaron nuestro imaginario, aunque eran tiempos remotos y lugares muy distantes, han sido paisajes que almacenamos mentalmente y que recreamos minuciosamente durante la navidad al montar en casa el nacimiento. En lo personal me encanta diseñar el nacimiento recreando el desierto con figuritas de camellos y beduinos tirados debajo de las palmeras, adornar otro paraje con zonas rocosas donde habitan los ermitaños y armar pequeños poblados con pastores con ovejas que recuerdan el paso de María y José a Belén.

Estar en Jordania es descubrir que los lugares bíblicos existieron: ahí está el mar muerto donde la esposa de Lot se convirtió en estatua de sal, el Mar Rojo donde se abrieron las aguas para que escapara el Pueblo de Dios, el Rio Jordán donde San Juan bautizó a Jesús y mirar que existen los manantiales donde brotó el agua de Moisés e incluso estar parados en el sitio exacto donde se señala que Yavé le enseñó la magnitud que abarcaría la tierra prometida.

Turistear por estos lugares brinda una sensación extraña de regreso a casa. A una casa lejana y simbólicamente próxima. Un lugar existente en nuestras creencias y a la vez inaccesible físicamente, pero siempre activo en nuestro imaginario judeocristiano. El desierto arábigo nos es tan ajeno como lo es la nieve del Merry Christmas para alguien tropical, y a la vez nos es tan familiar y tan vigente en nuestras artificiosas celebraciones.

Estuvimos en Monte Nebo, lugar bíblico que posteriormente fue templo bizantino y que recientemente Juan Pablo II adecuó como sitio de peregrinaje para el Jubileo 2000 y que es administrado por la orden de los franciscanos. Ahí hay quienes vienen a ver los antiguos pisos de mosaicos y quienes vienen a comprobar el pasaje bíblico del éxodo del pueblo de Israel o quienes lo hacen como vivencia de confirmación de fe.

En estos sitios los turistas nos fundimos con los peregrinos religiosos. Es la ruta de grupos cristianos, católicos y ortodoxos que no solo visitan para conocer Tierra Santa, sino que vienen a consagrarse, a sentirla, a bautizarse o a reforzar su fe. Los hay de distintas nacionalidades, razas y generaciones. Ayer me topé con una comitiva que custodiaba a un cardenal. Había además turistas islámicos. También vi un patriarca ortodoxo, pero el que más llamó mi atención fue un nutrido grupo de evangélicos africanos. Traían banderas que ondeaban como para despertar la fe de Jordania. Traían su Biblia en mano y al llegar al punto donde San Juan Pablo II colocó el símbolo de la serpiente y la cruz para recordar a Moisés una predicadora leía pasajes bíblicos y el resto pronunciaba a coro ¡Aleluya!

Cuenta Alí, el guía que nos acompaña (de origen uruguayo, pero de papá jordanio y de religión islámica), que a él lo han contratado de guía distintos peregrinos evangélicos. La mayoría son brasileños. El habla perfecto español y portugués. Los lleva a hacer la ruta de sitios sagrados del antiguo testamento y acostumbran hacer bautizos de inmersión en el Río Jordán. Reacciono y comento que son similares al presidente Jair Bolsonaro que se bautizó para ganar simpatías de evangélicos. Y me dice: sí todos ellos hablan de que apoyan a Bolsonaro.

En estos lugares se entrecruzan la historia con nuestros imaginarios, las conquistas de la fe cristiana en un país donde 96% de la población es islámica el turismo en esta zona es mayoritariamente cristiano. Para otros es una experiencia para iniciarse o reafirmar su fe. E incluso hay quienes lo tiñen con política.


14 de mayo. Petra es única e incomparable. Una ciudad sagrada que te deja sin palabras, y después de caminarla, treparla y bajarla, terminas sin aliento. Tumbas, templos, teatros y monasterios componen esta gran ciudad. Su belleza es tanta que es mejor clavarte en las texturas que en su historia, aunque de nuevo cada textura es una capa de memorias que quedaron marcadas en los monumentos erigidos en las rocas.

Hay obras funerarias de los navateos que le dieron origen. Hay templos y teatros de los romanos y de los cristianos bizantinos. Es un extenso lugar donde además se pusieron de acuerdo el viento, la arena, la lluvia y el sol (sí los cuatro elementos) para intervenir artísticamente las grandes obras de la humanidad, y logran desafiar a cualquier artista y arquitecto humano (comparado con Petra, Pollock era un amateur) sacándole colores a la piedra, abriendo grutas y ventanas, derritiendo los ángulos, curveando las líneas rectas de las fachadas y trazando cuevas con interiores pintados con los más intensos colores de la tierra.

Es una maravilla porque el hombre construyó sobre la gran obra natural, y de regreso la naturaleza no se quiso quedar atrás e intervino la obra humana y se asumió como la gran artista.

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