Quise ir al lugar de uno de los hechos que más dolor me causa. Supe por las noticias que a Luz la habían quemado viva mientras paseaba por el parque. Su culpa fue ser madre de un niño autista y vecina de un hombre vil que no soportaba escuchar los ataques del niño. Semanas antes se lo advirtió pintando en las bardas: te vas a morir y te voy a quemar viva. Ella lo denunció y no la tomaron en serio.
Ahí donde la colectiva montó este altar de luz y tristeza está el tronco obscurecido por las llamas que quemaron su cuerpo.
Un vecino que paseaba a su perro fue testigo de la más cruel escena que sucedió hace una semana en este parque público en la Colonia Arcos de Zapopan. La oyó gritar. La vio correr envuelta en llamaradas. Tres hombres y una mujer la rociaron de alcohol y la prendieron. Uno de ellos gritó: tírate al suelo, para que se apagara su ropa. Luego corrieron. Ella ardió. Corrió hacia el árbol donde unos vecinos que salieron de la parroquia al oír sus gritos quisieron apagar las llamas junto al árbol. Fue demasiado tarde, horas después murió por las graves quemaduras.
Su muerte me quema por dentro el tejido de esperanza que sostiene mi fe en la convivencia, en lo que hemos llegado a ser, en lo que hemos dejado de ser.