Se imaginan un lugar donde el tiempo parece detenerse. Donde llueven hojas de laureles de la india que perfuman el andador. Donde te puedes sentar sin prisa en unas cómodas bancas largas para deleitar un concierto de Aranjuez mientras ves caminando a una elegante catrina. Donde se acostumbra novear (como le escuché decir a una señora). Pues todo eso puede suceder un domingo por la tarde en la calzada de Fray Antonio de San Miguel en Morelia. Y finalmente hay que rematar en la Basílica a la Virgen de Guadalupe, una joya barroca sólo comparable con Santo Domingo en Oaxaca. Morelia es bellísima.
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